Sin duda, Penny Marshal dirige una de las películas más tiernas y memorables de la historia del cine, donde a un niño se le cumple un deseo que alguna vez todos hemos deseado: ser grandes. Chicles, helados, cremas batidas, refrescos, pizza y más, que te harán dar ganas de querer justo lo contrario: ser niño/a otra vez.
Por Analhi Aguirre
Big (1988) es un film que nos lleva a una de las partes de nuestra infancia que más amamos: la amistad con todas sus aventuras y desventuras. Josh Baskin desea ser adulto. Está cansado de órdenes, escuela, chicas inalcanzables y mamás mandonas. Un día, un parque de diversiones cae en la ciudad y Josh le pide a Zoltar – un juego mecánico- que por favor lo haga grande. Al día siguiente, el niño desconoce su cuerpo, se mira al espejo y se encuentra con 30 años de edad.
Puede confiarle el secreto a su mejor amigo, Billy, quien al comienzo no parece creerle y menos entenderlo, pero que le ofrece su ayuda incondicionalmente. Josh consigue un trabajo como creativo para una juguetería y allí conoce a una chica que le gusta. En una ocasión, ambos asisten a una fiesta de trabajo, donde Josh se enfrenta con una enorme mesa de aperitivos, canapés, bocadillos de la más increíble y exótica variedad para un niño de sólo 13 años. Cuando Susan se acerca y lo anima a que pruebe una de estas extrañas comidas – It’s Beluga, dice, Josh tiene una de las reacciones más sinceras, espontáneas e inolvidables, no sólo de la película, sino de nuestra propia infancia.