Por Inés Saavedra
Las calles están vacías; es esa hora misteriosa después de comer en la que la vida parece detenerse. En medio del calor, tratamos de encontrar un lugar abierto. Ahí está: un café en el portal de los dulces. Algunos leen, otros fuman, escriben, platican o simplemente beben de sus tazas en silencio, como dejando pasar el tiempo. Nos unimos a ese grupo de bebedores.
Sin darnos cuenta, ha anochecido. Salimos a las calles, ahora rebosantes de gente; un grupo de músicos y bailarines ensaya en medio de la plaza, las carretas pasan, los niños juegan. El aire es fresco y perfumado de café. Es de noche y Cartagena está despierta.
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