Por Gustavo Proal
Hace tiempo hubo una disputa entre dos de los seres más conflictivos de la mitología: Dionisio y Eros o Baco y Cupido. Porque, fíjese usted, ambos se discuten a quién le pertenece el romance, el erotismo y el lento proceso de conquistar a través de los sentidos. Se podría decir que el vino no es equiparable con el enamoramiento pero eso sería aburrido y contradiría mi entretenida tesis, así que no se dirá.
Amor y vino, igual de complejos: La vid nueva, jovenzuela, se toma mucho tiempo antes de que dé uvas, unos siete años. Además me vengo enterando que no todas las uvas dan vino, solo la europea, figúrese usted. Es probable que más de una persona que lee estos deliciosos artículos, ya lo supiera, pero un servidor, que aplica el sabio desconocimiento de Sócrates, no tenía idea. Como tampoco sabía que no sabía cuánto hay que saber de la vida para cuidar la vid. Cuánto hay que saber del clima, de las estaciones del año, del cuidadoso proceso con el que la uva es cuidada durante su formación, no me detendré a hacer la comparativa con el amor porque se sobreentiende.
Por cierto, debo agradecer con gran alegría y humildad los conocimientos que tan generosamente me han sido entregados por la Escuela de Vinos del Superior de Gastronomía, sin los cuáles seguiría siendo un total ignorante y no un parcial ignorante como ahora.
Bebiendo y aprendiendo para Indie Food, Gus Proal.
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