Yes, yes, yes: si vas a Kat’z en Nueva York, no te olvides de pedir lo mismo que Sally.
Por Analhi Aguirre
“When Harry met Sally” (1989) es probablemente una de las diez mejores películas sobre desencuentros y encuentros amorosos de la historia del cine; pero este es solamente el comentario obligado de la trama. En realidad, la película está llena de secuencias y diálogos inolvidables desde principio a fin; un guión gracioso, audaz y tan crudo que de momentos conviene guisar un poco de lo que se cocina entre la relación de sus protagonistas.
Harry conoce a Sally y ambos se pasan 12 años dando vueltas hasta que se enamoran (o se dan cuenta de que siempre han estado enamorados). Nadie puede negar que la parte del orgasmo fingido de Sally -una excepcional MegRyan- enseñándole a la hombría sabelotodo de Harry –un insuperable Billy Crystal- que muchas mujeres no dicen la verdad acerca de su insatisfacción sexual, es de los mejores tramos del cine sucedidos entre un sándwich de pastrami y una ensalada. En medio de sus tempestuosos topetazos, Sally y Harry van a comer al conocido restaurante “Kat’z Delicatessen” en el Lower East Side de Manhattan, un espacio que, según las guías turísticas, se ofrece al público como “familiar”. Mientras Sally prepara su sándwich, le pregunta a Harry sobre el después de sus relaciones amorosas. Ante la respuesta directa de él, cuando le aclara que no se queda con sus parejas en la cama y que asegura que ellas la pasan bien, Sally, enardecida y metiendo los ingredientes como loca al neurótico sándwich, le pregunta si está seguro de que sus mujeres, no han fingido un orgasmo. Ella se declara abanderada de todas las féminas y lo ubica a él en otro lugar. Dicen que es mejor lo que se hace y no lo que se dice…Sally se limpia las manos, deja su sándwich a un lado y simula un orgasmo que, sin querer, se relaciona con el placer de todos los comensales del restaurante.
Harry deja de comer y presencia la escena sexual más escandalosa, en un momento y lugar preciso para que el impacto sea apoteótico: Sally comienza a lanzar unos gemidos ejemplares y la gente allí adentro la mira como si viera una revelación. Junto con los pedidos, el sonido del sitio se detiene y asistimos a la puesta en escena + las fresas del pastel más desopilantes: Sally termina la secuencia comiendo una ensalada –así, casual- y una mujer –en la vida real, la madre del director de la película, Rob Reiner- dice: “I’ll have what she’s having.” No dejes pasar: los ruidos sinfónicos de las vajillas y la mesa típica de una cafetería en un Nueva York a finales de los ochenta.
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