Por Gustavo Proal
El vino y México tienen una relación que, aunque va progresando, apenas comienza. Van tomaditos de la mano, discretamente, como no queriendo entrarle del todo. Tú acá y yo allá porque me impones un poco, la verdad.
Por años y años nos llegaba poco vino, las mismas bodegas siempre, algunas muy buenas otras no tanto pero escoger vino era una cosa simple o este o aquel y los demás, aunque algunos llegaran a México estaban fuera de nuestro alcance. Es más, el vino era sinónimo de alcohol, todavía algún “alcoholímetrista”, como he decidido llamar cariñosamente al encargado de llevar al Torito a los irresponsables, me ha llegado a preguntar “¿Tomó algo de vino?”, a lo que me dieron ganas de responder: sí, un Ribera del Duero buenérrimo, pero me ahorré el chiste elitista por aquello del bienestar social. Es decir que antes el universo del vino era más limitado y resultaba poco interesante para una mayoría clasemediera que, contra todo protocolo, excepto el de la tardeada noventera, se refinaba un Calimocho como para que Anthony Queen llorará en la peli del Paseo por las Nubes.
El panorama del vino ha cambiado. Ahora hay muchas más opciones y eso, por lo menos a mí, me despertó más y más dudas. ¿Cuál comprar?, ¿cómo adentrarse en el mundo del vino sin que parezca un laberinto sin salida?, ¿cómo lograr que no intimide la variedad? Pues conviene ir obteniendo cierta información y aunque probablemente algunos de quienes leen ya tienen esta información, quiero dar la bienvenida a quienes no han podido adentrarse al mundo de vino pero les interesa, ya sea para quedar bien parado en la reunión o para ir apreciando cada vez más el complejo universo del mundo, que aunque amplio y diverso, no tiene porqué ser inalcanzable.
Comencemos pues con una palabra que suena más a química que a vino, y es que la química y el vino están íntimamente ligados: los taninos. Exclusivos de los vinos tintos, dato importante para que no termine uno diciendo una locura como este Chardonnay (uva blanca) es tánico, el tanino es ni más ni menos que la astringencia en un vino. Sí, es más que eso pero vamos de a poquito, y ya si se quieren clavar más, la Superior de Gastronomía tiene cursos y formaciones de a 10.
Entonces, ¿cómo distinguir los taninos? Más de una vez hemos sentido sequedad en los labios por varias razones, ya sea porque nos la pasamos horas bajo el sol o porque andamos de besucones y ya no hay saliva que quede viva. Pues haga usted de cuenta que se agarró a besos con un vino y le secó los labios. Esa sequedad, en un vino equilibrado, será compensada por la acidez del mismo, que provoca salivar, por lo que sí, se siente sequedad pero digamos que no pasa nada porque otros factores influyen para que no se genere una sensación desagradable.
Así que, a la próxima que usted se encuentre en una reunión y escuche la palabra tanino, ya no debe tenerle miedo a que ese vino sea tóxico o de pronto imaginarse que es mortal, por la similitud entre taninos y Tánatos…¿o no?, ¿soy el único que se imaginó semejante significado?
Aquí la primera clase exprés para entrenar su deleite, y si usted ya le sabe, le recomiendo entretenerse con mis interpretaciones medio absurdas del mundo del vino.
Pásela bonito y a probar y probar, que el mundo se va a acabar.
Tal vez te interese: