Por Antonieta Torres
¿Quién no se ha sentido un total neófito frente a una copa de vino? Que si tinto, blanco, espumoso, rosado… Que si una copa u otra, y cómo se toman adecuadamente… Qué tipo de vino acompaña a qué comida…
Pues en 10 simples pasos tendremos una pequeña guía acerca del consumo (más o menos adecuado) de éstas bebidas mágicas, que por supuesto tienen una amplia tradición, pero como introducción para no quedarnos como con cara de “what”.
1. Iniciarse con un vino suave y amigable:
Si de entrada no conocemos del todo el vino, y queremos iniciarnos en su consumo pidiendo una copa de vino tinto de cepa Cabernet Sauvignon (de las más potentes que hay en sabor, aromas y astringencia), es muy probable que no tengamos la mejor experiencia. Si no somos los grandes conocedores y no estamos acostumbrados al consumo habitual de ésta bebida, será mejor quedarnos cerca de un vino blanco, afrutado, o un rosado ligero, se vale con burbuja, pero cuidado, que a veces parecieran confundirlo con refresco… Pregunten en ese caso al otro día las consecuencias.
2. Tomar el vino a temperatura adecuada:
Pareciera que es como leyenda urbana, o es por “blof” que se siga ésta regla, sin embargo por algo son las cosas. Los vinos se beben a ciertas temperaturas porque son a las que se potencian sus bondades, si no, se pierden o se vuelven defectos. Por lo tanto, los vinos blancos y rosados van de 7 a 10°C, a menos que sean reserva, 12°C; los tintos van “a temperatura ambiente” –pero de un Chateau francés o sea, entre 12 y 18°C-; los vinos espumosos, o cavas, o champagne son los que deberán ir más fríos, entre 5 y 7°C.
3. “Maridaje”:
También es algo que se escucha constante: “los blancos con pescados y aves”, “los tintos con carnes y pastas”, “los espumosos como aperitivo”… En fin, afortunadamente ya no tenemos que lidiar del todo con eso, ya que se ha creado una apertura alrededor de las combinaciones de la toma del vino, y se ha comprobado que un salmón puede quedar perfecto con un Merlot, y un mole poblano con un buen espumoso.
4. La copa…
En éste tema sí existen diferencias y datos imperativos sobre lo que se debe hacer, sobre todo por la temperatura y la apreciación de aromas. La copa de vino tinto, tiene un cáliz amplio para que –literal- la nariz entre a apreciar aromas, en cambio la de vino blanco es un poco más corta para no dejar escapar éstos (porque tienden a ser más ligeros y se sirven más fríos), y la de champagne es alta para no dejar ir la burbuja (favor de nunca servir un espumoso en esas copas alargadas y planas… Simple moda en los 20’). Eso sí, la copa siempre se toma por el tallo (no por el cáliz), ya que calienta el vino y sucede lo que ya comentamos.
5. Tomar el vino a tiempo:
Esto es, tomarlo de acuerdo a su fecha óptima, un vino joven (sin barrica) deberá tomarse en no más de tres años a la fecha marcada en la botella, uno crianza puede tomarse hasta 5, uno reserva puede durar hasta diez, y uno gran reserva incluso llega a durar 30 años.
6. No maltratar el vino:
Debe ser conservado en buenas condiciones, en la sombra y en un lugar que no tenga movimientos bruscos o constantes, que lo dañarían. De preferencia tenerlo en un ángulo de 30 grados (horizontalmente) y con el corcho hacia abajo, para que al contacto con el líquido éste se hinche y no deje entrar oxigeno, y no se oxide (valga la “rebusnancia”). También es importante no enfriarlos bruscamente, o sea en el congelador.
7. Vino y ya:
El vino es así de complejo porque se disfruta sólo. Si se desea hacer una mezcla, para eso se inventaron los vinos de garrafa y tetra pak, ya que una buena forma de echar a perder el gusto del vino es mezclarlo con refrescos o jugos.
8. ¿Vino y tabaco?
Esto es más bien una cuestión de costumbre y gusto (en extremo particular), se recomienda no mezclarlos, ya que el tabaco inhibe la acción de las papilas gustativas y no permite que se disfrute el vino en su totalidad. De nuevo, dependerá sólo del gusto particular.
9. En el precio está la calidad…:
Quizás aplique ésta norma para muchas cosas, pero definitivamente hablando de vinos, no todos los vinos caros son buenos. Obviamente tampoco lo son todos los baratos, pero existen muchas formas de guiarse en éste sentido, como referencias, recomendaciones, revistas, en fin. Sin embargo, la mejor referencia será la propia, al final, el mejor vino es el que más nos gusta, y la mejor forma de saberlo es ¡no dejar de probar!
10. El vino se comparte:
No hay mejor forma de disfrutar un vino que con buena compañía. Así de fácil.
Ahora sí, ni cómo decirle que no a un vinito, ¿no? Como dice el refrán mexicano “el que vino y no toma vino, ¿a qué vino?”
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