En últimas fechas, el color rojo de las decoraciones navideñas satura los escaparates y repisas de las tiendas en prácticamente todo el mundo, pero también los techos y paredes de seis mil fábricas chinas donde éstos se elaboran.
Desde siempre se ha vendido la idea de que Santa, sonriente y entusiasta, tiene escondido en algún lugar del remoto Polo Norte un taller operado por un ejército de duendes que día y noche trabajan alegres para fabricar los adornos que visten los hogares y espacios públicos durante un par de semanas al final de cada año, cuando la realidad no podría estar más alejada.
En el pueblo chino de Yiwu existen cerca de seis mil fábricas que se dedican exclusivamente a manufacturar las decoraciones, luces, esferas, pinos y demás objetos que se venden en todo el mundo con motivo de la Navidad. Los “duendes” que trabajan en la llamada Villa navideña china son en su mayoría inmigrantes que pasan al menos doce horas al día cubiertos en pintura roja por un salario de no más de 450 dólares al mes en condiciones que ponen en riesgo su salud.
Cada empleado de estas fábricas produce un mínimo de tres mil piezas al día, las cuales después son vendidas en el Mercado Internacional de Comercio de Yiwu junto con todos los objetos made in China que se pueda imaginar a precios muy económicos. Sin duda, esto no se parece nada a las escenas de las películas donde los ayudantes de Santa cantan villancicos mientras trabajan rodeados de bastones de caramelo y copos de nieve.
