Por José Guadalupe Benítez Muro
“¡Comer, beber, amar! Instintos primarios para dar vida. ¡Estoy harto! ¿Eso es todo lo que nos depara el destino?”
Chef Chu, personaje principal de la cinta Comer, beber y amar.
De Vietnam llegó la inadjetivable Olor de la Papaya Verde, de China Sorgo Rojo, y de Taiwán han llegado a la pantalla maravillas, entre ellas la espléndida Comer, Beber, Mujer y Hombre del director Ang Lee. En ésta última se nos cuenta –en el estilo impecable de los cuentos chinos– la historia de Chu, chef del Gran Hotel de Taipei, quien como el Rey Lear tenía tres hijas, y al igual que éste encontró a su Cordelia en la que menos esperaba.
En estos filmes, los personajes giran en torno a las mesas del comedor o la cocina; los problemas del hambre y el exceso, la inocencia o la perversión, el amor y el desamor estarán ligados estrechamente a la comida.
Comer, beber y amar (título con que se distribuyó) está pensada para deslumbrarnos de principio a fin. Desde la primera escena asistimos a una lección del profundo respeto con que abordan los chinos la tradición ancestral de su cultura culinaria, la combinación de maestría en la técnica que se despliega para la preparación de sus alimentos, y el ritual con que se combinan los sabores amargos, dulces o agrios, los colores y olores que han de acompañarlos.
Según el realizador, Ang Lee, la película está basada en una máxima de Confucio: “hay una relación directa entre la comida y las personas y es de suma importancia a la hora de establecer las relaciones humanas”. Y es tan congruente con esta afirmación que Chu, el protagonista, declara al finalizar el filme: “Debo confesar un secreto muy guardado. Vivir cada día es como cocinar: lo que importa es el sabor”.
Aquí una receta inspirada en el cine: Ensalada de papaya verde
