Por Gustavo Proal
Fíjese usted que me he percatado en mi eterna perspicacia de que hay un delicado equilibrio entre ciencia y arte que conjuga la transmutación de tierra en agua, de mosto en elíxir, de elixir en gusto, tacto, nariz, cuerpo, notas, textura y poesía, en algunos casos. Ese largo y complejo proceso me transporta de inmediato a recordar otro elíxir; el del amor. Así las cosas, sin más preámbulo, he aquí mi poco original comparativa que entrego a modo de manual para el amor; el amor al vino y el amor al amor; con ustedes el primer consejo para hacer de su amor, un vino que pueda envejecer con dignidad, poder y extraordinaria calidad:
Empiece por tener una buena tierra, ideal para que su amor crezca en las condiciones necesarias para dar frutos, esas bases lo son todo, sin una tierra adecuada, no va a obtener nada bueno, pura cosecha perdida. Los cimientos de la vid le darán características únicas de acuerdo a los componentes de la tierra, sus minerales, sus características endémicas, podríamos decir que la idiosincrasia de cada vino comienza con esos componentes de la tierra. Así mismo, son sus cimientos, suyos de usted, los que darán sustento, originalidad y fuerza al inicio de todo. Por favor, cimientos para no acabar dependiendo de su contraparte. En resumen: sea usted mismo, siembre desde allí y eso dará frutos.
Pero apenas comienzo, estimado observatorio, (no son auditorio porque no me oyen, con suerte me observan) esperen mucho más de este irreverente servidor. Apenas estamos aprendiendo. Viva la Vid.
Por cierto, debo agradecer con gran alegría y humildad los conocimientos que tan generosamente me han sido entregados por la Escuela de Vinos del Superior de Gastronomía, sin los cuáles seguiría siendo un total ignorante y no un parcial ignorante como ahora.
Bebiendo y aprendiendo para Indie Food, Gus Proal.
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