Conocido como el “Reino de cristal”, el pueblo mágico Tlalpujahua de Rayón, del estado de Michoacán, se destaca por la elaboración de esferas artesanales en vidrio soplado, por sus numerosos artesanos y por sus paisajes arbolados, testigos de la emotiva historia de la fortaleza de un pueblo
Por Alberto Vega
Conozcamos Tlalpujahua
“Reino de cristal”, “El pueblo de la eterna navidad” o “La tierra de los milagros”, son las denominaciones con que los visitantes conocen a Tlalpujahua; un pueblo mágico de tradición minera ubicado en el límite noreste del Estado de Michoacán lindante con el Estado de México.
Desde la década de los 60´s su economía se sustenta principalmente en la elaboración y comercialización de esferas navideñas en vidrio soplado, en la artesanía y en el turismo religioso, que en el mes de julio visita a la Virgen del Carmen para pedirle bienestar para la región.
Una historia de éxito
Con el paso de las décadas el pequeño taller de la familia Muñoz creció hasta convertirse en una fábrica artesanal llamada “Adornos navideños” que se fue expandiendo dando lugar a “La Casa Navideña” y “La Villa Navideña”, entre otras más. Todas ellas se encuentran entre las más importantes de México y comercializan su producción al resto de la república para decorar los hogares durante esa temporada, llegando a representar el 60% de la economía local.
Desde septiembre a diciembre, en el centro del pueblo mágico se vive la Feria Nacional de la Esfera. En sus calles puede apreciarse la belleza de estas preciadas piezas artesanales de carácter navideño, elaboradas con meticulosidad y paciencia.
La belleza de las esferas navideñas fue reconocida por el Vaticano, la Capilla Sixtina y La Casa Blanca, que en épocas de los festejos de fin de año adornaron sus espacios con las elegantes piezas del legado de los Muñoz.
Pueblo de artesanos
Tlalpujahua logró consolidarse como un importante destino artesanal de Michoacán. Además de la fabricación de las esferas, otros pobladores se dedican a la elaboración de ocoxal (artesanías hechas con fibras de diferentes tipos de pino) y de figuras esculpidas en madera, uno de los rubros explotados por los más de 400 talleres de artesanos que aprovechan al máximo los recursos naturales de la región.
Durante siglos pasados, el pueblo fue el más grande e importante productor de oro y plata, pero las vetas se agotaron… En la actualidad, sólo se conservan los cascos de las haciendas y los socavones de las minas, muchos de los cuales pueden ser visitados para poder vivir la experiencia poco común de vivir una “aventura minera”.
Sentida devoción
En el corazón de la comunidad se encuentra parte de la torre del altar del Santuario de Nuestra Señora del Carmen, sobreviviente del desbordamiento de la presa de “Las Lamas”, en el que murieron cientos de pobladores por causa del lodo y de residuos tóxicos derivados de la explotación minera, a principios del siglo XX. Encontrándosela intacta, la imagen de la virgen fue trasladada a la iglesia principal, lugar donde se la visita e invoca en el mes de julio para pedirle la protección y el bienestar de la región. Los indígenas mazahuas también arriban a la iglesia para elevar oraciones y comercializar peras, guayabas y aguacates de sus huertos.
No dejes de probar
Tlalpojahua no tiene un platillo típico, pero es muy conocido por el llamado pollo placero: una pieza frita de pollo acompañada de enchiladas fritas con papa, zanahoria y ejotes. También es exquisito el típico café de olla que venden en los portales, traído de Uruapan y preparado con canela, guayaba y piloncillo… Ideal para amortiguar el frío de la región.
Fotos: Alberto Vega