MAPAS GOURMET

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¿Hacer la sopa, o ser la sopa?

Por Claudia Rincón Castro

Cuando una parte fundamental de tus estudios parte en la cocina, uno espera el glamour y la facilidad con la que lo realizan niños que pareciera que cuentan con la expertise que todos los amantes de cuestiones culinarias deberíamos tener. Sorpresa la que me llevé cuando se perdió un poco más que el glamour con una ‘simple’ bisque de camarón.

Era nuestra primera clase de cocina del semestre, todo iba muy bien a excepción de la hora, eran las 7.30 y aún quería dormir.

©saboresenlinea
©saboresenlinea

Como buen inicio de prácticas la profesora nos iba explicando “la orden del día”: sopas y cremas. Por mi mente no pasó nada que no me agradara, las recetas del día eran sopa de cebolla, bisque de camarón y New England Clam Chowder. Posterior a toda la explicación pasamos al tan esperado laboratorio de alimentos; para nuestra suerte estrenamos herramientas de trabajo y eso nos animó un poco. Al ubicar los ingredientes que nos habían proporcionado debíamos preparar la bisque de camarón.

Todo iba de maravilla, como somos tres integrantes del equipo es más fácil trabajar, siempre y cuando estemos organizadas y las actividades se deleguen bien. Realizamos los cortes a la perfección, pelamos correctamente los camarones, salteamos uniformemente la cebolla…

El punto es que teníamos 20 minutos para presentar el platillo y nuestro caldo base aún no decidía hervir y poder licuarlo. Cuando lo logró y lo vertimos en el vaso de la licuadora, la presión por el tiempo nos ganaba e intentamos trabajar más rápido, pero -gracias Murphy- hubo algo que no dejó que concluyéramos la labor: al encender la licuadora el líquido salió disparado quemándome y manchando todo a su alrededor.

Comenzamos a limpiar todo lo más rápido que podíamos, aún faltaba 1 litro de caldo por licuar y teníamos 10 minutos para presentar nuestro platillo final excelso frente a nuestras evaluadoras. Nerviosas y presionadas, regresamos la preparación a la olla y sazonamos -“al gusto”, o sea, al tanteo-; no dejamos que hirviera y nuestra gran sopa de camarón no tenía la consistencia que debería tener.

Presentamos un minuto antes del límite, nuestro lugar de trabajo estaba lleno de trastes sucios y mi filipina, que una vez fue blanca, se convirtió en lo que podría ser una decoración para Halloween, con un hermoso color naranja.

Estábamos ansiosas esperando los comentarios de nuestra supervisora de platillos, aunque sabíamos que nuestro arduo trabajo terminaría en un gran tache, al momento siguiente dijo “tiene buen sazón pero no la consistencia de una sopa, su lugar de trabajo está sucio y necesitan organizarse mejor, tienen 7.0”.

©sabores-chef
©sabores-chef

En ese momento nos sentimos aliviadas por no haber reprobado pero sinceramente, no habíamos hecho un buen trabajo, nos confiamos y los resultados no fueron buenos. Aún así, nos encanta haber hecho honor al conocido e insuperable refrán “echando a perder, se aprende”.

Vaya manera naranja de aprender…

 

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