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A Star is Born, antes de servirles canapés a las estrellas

Por Analhi Aguirre

Una chica (Janet Gaynor), como cualquier otra, tiene muy claro que quiere ser actriz, pero una bien brillante y grande. El problema es que su familia no la apoya para nada…

Llega el drama. Ella llora. Se siente muy mal. Mientras ocurre esta secuencia lacrimógena, típica de un film hollywoodense de finales de los años 30, aparece, como en el cine y como en la vida misma, la abuela salvadora, que comprende y ayuda a cumplir los sueños de su nieta. Acción seguida, la anciana ruda, fuerte y con historia de pionera vaquera, rompe el cochinito y le da su dinero a Esther Blodgett (así se llama, la estrella por nacer y la que será inspiración de tres remakes -por ahora- de la famosisíma en español: Nace una estrella).

Ahora, una vez en la soñada Los Ángeles, ¿cómo sucede el milagro, cuando la muchacha tiene cero influencias en Hollywood y vive en una pensión? ¡Ah! Es que olvidamos comentar que se ha hecho un amigo que trabaja en los estudios cinematográficos. Entonces, el muchacho le ofrece ser camarera en una de esas fiestotas, llenas de estrellas. Y, por supuesto, como se imaginan (o más bien porque hemos visto miles de historias como estas, sobre todo, en las telenovelas latinoamericanas), se topa al galán que, obviamente, reconoce en ella ese talento que él está perdiendo. Sí, Norman Maine (Fredric March) es una estrella, pero estrellada.

Sucede así. Ella reparte canapés, con una cara inolvidable y una manera de llevarlos, única, imitando a las mujeres del celuloide de esa época y mostrando su “figura”. Él y ella se cruzan en el minuto 29:00 de la trama. En esta ocasión, Esther trae caviar, decorado con una naranja en el medio, con perejil adentro. Sí, como lo leen. No obstante, ese es el gancho del amor y la ascendente fama de ella, pero no de él.

La conocida frase que repetían en una famosa serie de los ochentas “La fama cuesta”, en este caso, sólo supuso ponerse un traje de moza, encontrarse con el hombre de su vida y hacerle que se empache de aperitivos pequeños y rarísimamente decorados. Ya saben, si quieren que nazca una estrella, váyanse a L.A. y pónganse a buscar trabajo en los espacios de comida donde se encuentra la crème de la crème. Claro, tengan cuidado en no toparse con una estrella diáfana y poco radiante.

PD: No dejen de ver la rompedera de platos en la cocina, en la secuencia casi inmediata a esta que contamos.

Mira la película completa aquí:

Ha nacido una estrella (1937)
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