La última versión de The Grinch (2018) debió haber sido vista por mucha más gente. Parece una exageración, pero es una de las mejores películas de Navidad de estos tiempos. Aunque la historia es muy simple, sus directores Yarrow Cheney y Scott Mosier hacen que la cámara ruede, al son de nuestros sentimientos y… del estómago.
Por Analhi Aguirre
El Grinch odia la Navidad, pues tiene una historia de abandono por detrás. De niño, se tuvo que quedar solo en esa época. Es muy fácil de comprender. ¿Quién no se ha sentido Grinch algún día, precisamente, porque esa comida puede ser una de las peores del año?
Sin embargo, resulta que el Grinch no está tan solo. Tiene un perro que lo ama tal cual es y que cada mañana se ocupa de traerle el desayuno. Pero, luego, pasteles, espaguetis, pancakes, todo, todo lo que se traga lo hace sin nadie alrededor. Su panza verde e inflada demuestra que esa no es la solución. El corazón sigue chiquito y el estómago grande.
Entonces, tiene que aparecer la pequeña Cyndi, quien descubre que el Grinch lleva ya mucho tiempo solo y que es hora de que se sume a una familia. En este caso, se trata de una niña que le ha pedido a Santa que le traiga ayuda a su mamá, porque está cansada, y no puede sola.
Sí, la ayuda asoma para apañar esa soledad grinch y la cena de Navidad se convierte en un banquete, donde no sólo están Cyndi y Donna, sino también el pueblo Who por completo.
Sí, comer en compañía no sólo agranda el corazón sino que también logra que todo sepa mejor.
PD: Como siempre, las voces son de esa gente famosa que amamos: el Grinch es Benedict Cumberbatch; Cameron Seely sale como Cindy Lou Who, Rashida Jones es Donna, Pharrell Williams narra la historia y nada menos que Angela Lansbury le da voz a la alcaldesa de Whoville.
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