Tomar mate es una cuestión de placer. Y no importa, realmente, la nacionalidad de quien disfruta de “unos verdes”. Las ocasiones para iniciar este banquete son muchas – reuniones, estudio, soledad, charla, confesión-, podríamos asegurar, sin caer en una exageración, que casi infinitas.
Por Analhi Aguirre

Los contextos nos ayudan a compartir lo que más nos gusta. No obstante, la mejor parte es que estos mismos contornos y entornos cotidianos se construyen. El mate es un ritual que necesita de su ceremonia con/textual. Yerba –con o sin menta, hierba buena, etc.-, amargo o con azúcar, con el agua caliente, tibia o fría, la bombilla y el venerado, nuestro, tu, su mate. Hay gente que se compra un mate, sólo por turismo, y un día, decide probarlo y es feliz. En cambio, también las personas a veces están lejos y crear el momento matero logra ese banquete de país que les falta. Por supuesto, en ciertos espacios del mundo – como Argentina, Uruguay, Paraguay o Brasil- el mate es un familiar más que se abraza, se besa, se quiere, se acompaña.
Estamos en tiempos cosmopolitas. Ahora –prácticamente- se puede construir ese instante matero en cualquier parte del mundo. Sin embargo, hay algo que todavía no existe: la teletransportación para poder tomar mates vía internet. Paciencia: seguro que muy pronto, alguien nos hará el favor de inventarla.
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